sábado, 4 de junio de 2011

El Nuevo Modelo (III): El Equilibrio del Sistema

Todo Sistema tiende al Equilibrio.

Si queremos alcanzar un sistema perfecto en el que haya cabida para todos por igual, nunca debemos apartar esa idea de nuestra mente. Alcanzar el equilibrio total será siempre nuestra utopía. En nuestra evolución no descansaremos por llegar al mejor de los sistemas posibles. Porque creemos en él. No importa la complejidad del sistema y las dificultades del camino, siempre lucharemos por la mejora contínua del Sistema. Por la fusión de conceptos. Por la evolución conjuta.

Por la libertad de todos.

Porque Todos somos el Sistema y el Sistema somos Todos.

Y todos tenemos que creer en un sistema justo y en equilibrio porque el sistema nos pertenece a todos.

Y todos queremos siempre seguir evolucionando. No importará lo que hayamos conseguido si no somos capaces de luchar por lo que hemos de conseguir. Siempre. Cada día. Cada minuto de nuestras vidas.

Pero, ¿cómo vamos a evolucionar el sistema si somos incapaces de comprometernos plenamente con nada?

Si en nuestra vida diaria cada vez nos comportamos de forma más egoísta sin importarnos el resto de las personas que nos rodean. La mayoría de nosotros somos incapaces de comprometernos por nuestra empresa y nuestro trabajo, pensando sólo en nuestro beneficio propio en vez de luchar y trabajar por todos y cada uno con los que conformamos nuestros núcleos de trabajo.

Porque en verdad no trabajamos para poder sobrevivir nosotros, trabajamos por la supervivencia de cada una de las personas que están a nuestro lado. Por ser capaces de afrontar nuevos retos y sobreponernos a las dificultades. Luchando por crecer juntos y ayudándonos cada día a conseguirlo. Lo que no somos capaces de darnos cuenta es que es posible que ninguna de nuestras empresas sea perfecta, pero si no nos comprometemos por crecer todos juntos, entonces nunca ninguna lo será.

Por muchas mejoras estructurales que podamos generar en en funcionamiento del Sistema, este es el cambio más importante que todos tenemos que hacer. Ser capaces de cambiar nuestra mentalidad y llegar a comprometernos en nuestros trabajos al 100%, luchando por los derechos y obligaciones de nuestros compañeros y ayudándonos cada día para que todos y cada uno de nosotros seamos los auténticos responsables de nuestro trabajo. Porque durante el tiempo que estemos en cada una de ellas, las empresas forman también parte de nuestra vida.

La cuestión no es si trabajamos para vivir o si vivimos para trabajar. En realidad ninguno de nosotros puede evitar tener que hacer las dos cosas al mismo tiempo. Porque todos queremos vivir lo mejor posible gracias a nuestro trabajo y ninguno podemos evitar tener que vivir trabajando una gran parte de nuestra vida para poder conseguirlo.

No nos engañemos. La empresa es parte de nuestra vida tanto como nuestra familia o nuestros amigos. La mayoría de nosotros incluso estamos más tiempo en nuestros trabajos que en ningún otro sitio el resto del tiempo.

Entonces, ¿cómo no podemos comprometernos en nuestro trabajo del mismo modo que lo hacemos en el resto de ámbitos de nuestra vida? O es que nos mentimos a nosotros mismos y lo que en realidad ocurre es que somos incapaces de comprometernos en ninguno de ellos. Si cada vez hemos dejado de comprometernos más y más con nada ni nadie del mundo a nuestro alrededor entonces como vamos a ser capaces de cambiar el mundo entero. En el proceso de evolución social por conseguir la libertad total del individuo hemos olvidado los valores básicos para llevar a cabo nuestra evolución conjunta.

Pero no debemos tener miedo. Somos capaces de conseguirlo por muy adversas que sean las circunstancias. Nuestra energía positiva estará siempre por encima de todas las dificultades que podamos encontrar. Debemos ser fieles a nosotros mismos luchando cada día por hacer mejores personas a todos los que me rodean y conseguir entre todos hacer un mundo mejor.

Y nunca fracasaremos. Porque siempre habremos al menos germinado la idea en otras personas. Y si es posible que esas personas no cambien nunca nada, entonces también es posible que cambiemos todos del todo algún día y seamos capaces por fin de equilibrar nuestras vidas.

Y unirnos juntos por defender un funcionamiento justo y equilibrado de nuestras empresas. Porque las empresas no son únicamente de las personas que las fundaron o de sus propietarios. Las empresas son de todos aquellos que trabajan juntos por su crecimiento y desarrollo. Es evidente que la persona o personas que realizan una inversión para fundar o comprar una empresa son los primeros responsables y artífices de los objetivos logrados por la empresa y, por tanto, de los beneficios que se puedan obtener. Porque sin ellos no existiría tal empresa y, por tanto, beneficio alguno.

Pero otra gran parte pertenece a todos los que la componen.

Y el Sistema tiene y debe imponer siempre un reparto justo de los beneficios generados entre todos los trabajadores de una empresa. En función de las dimensiones de la empresa y del sector al que pertenezcan deben garantizarse los porcentajes mínimos de los beneficios que son repartidos entre todos los trabajadores. Un mercado neoliberal al servicio del beneficio capitalista únicamente nos ha conducido inexorablemente a mayores diferencias económicas entre ricos y pobres. Por lo tanto, para poder equilibrar algún día la balanza debemos comenzar por garantizar un reparto económico justo dentro de nuestras propias empresas.

Todos tenemos que comprometernos a hacer cumplir esos baremos mínimos de reparto de beneficios ofreciendo una transparecia pública y sin censuras de las empresas en un mercado común y sinérgico del que todos formamos parte ya. Con especial cuidado en garantizar un mayor porcentaje de reparto de los beneficios en las empresas de territorios más ricos que permitan un poder de inversión mayor y, por tanto, un desarrollo más rápido de las empresas en los territorios más pobres y que, de ese modo, podamos equilibrar también por fin las diferencias económicas existentes entre territorios. Luchando todos juntos porque los baremos sean cumplidos y respetados en todos los sitios y no se cometan abusos ni siquiera en aquellos lugares de máxima pobreza.

Debemos por tanto trabajar en un reparto justo de los beneficios generados por las empresas pero, por supuesto, dentro de nuestras empresas no todos asumimos ni asumiremos las mismas responsabilidades y las mismas tareas. Además no todos llevamos trabajando el mismo tiempo en ella,  demostrando de ese modo nuestro auténtico compromiso de empresa. Todos intuímos en cierta manera que el reparto debería realizarse acorde con estos dos conceptos compensados justamente entre sí.

¿Y los resultados de nuestro trabajo? Los resultados y los objetivos logrados de una empresa son de todos los que han trabajado juntos por conseguirlos. Si no ayudamos a nuestros compañeros a desempeñar su trabajo lo mejor posible para conseguir juntos el mejor resultado, entonces de nada importa todo lo que podamos aportar con nuestro trabajo individual.

Porque en ninguna empresa nadie trabaja igual a nadie. Todos somos diferentes. Nadie se entrega en su trabajo igual, ni ayuda a sus compañeros igual ni tampoco lame el culo a su jefe igual. ¿De qué sirve estar constantemente comparándonos y diferenciando nuestro trabajo si el objetivo de la empresa es común? Por muy equilibrado que pueda ser un reparto de los beneficios en función de nuestros resultados individuales y colectivos, el único objetivo de este reparto es el de generar competitividad interna entre nosotros al fin de aumentar la productividad y, por consiguiente, los resultados y beneficios futuros de la empresa.

Si ya son altamente desproporcionados los salarios semanales o mensuales que percibimos entre los distintos escalafones de una empresa, cuando se realiza el reparto de los beneficios anuales de la empresa aún se genera mayor despropcionalidad ya que siempre prima más el puesto y los objetivos alcanzados que el tiempo que llevemos desempeñando nuestras funciones dentro de la empresa.

¿Es que acaso no trabajamos todos juntos la misma cantidad de días con el sacrifico que eso supone para todos y cada uno de nosotros independientemente de las funciones que desempeñemos en nuestro trabajo y de los resultados obtenidos por cada uno?

Tendremos que trabajar en la fórmula más justa y equilibrada en el reparto de beneficios de nuestras empresas. Porque cada empresa es diferente y única. En algunos casos quizás sea necesario que los salarios mensuales estén únicamente relacionados con el grado de responsabilidad de las funciones desempeñadas y que, por otro lado, el reparto de los beneficios anuales sea equitativo entre todos por igual con un incremento acumulativo en función del tiempo que llevemos en la empresa. O puede que en algunos casos sea necesario invertir ese orden. Y en otros, quizás ambos conceptos puedan estar equilibrados entre sí porque en realidad ambos formarían parte del mismo reparto de beneficios.

Los periodos temporales permiten a las empresas evaluar su sostenibilidad prediciendo las necesidades de inversión en el futuro a corto y largo plazo que garanticen su desarrollo para lo cual tienen el poder de modificar el porcentaje de los benefecios que es derivado a la inversión. Pero siempre deberían respetar unos límites mínimos fijados en el reparto de los beneficios y buscando el máximo consenso colectivo sobre el devenir futuro de la empresa.

Al permitir el mercado de libre comercio acaparar a los empresarios la mayor parte de los beneficios obtenidos, las empresas podían realizar un alto nivel de inversión y, de ese modo, asegurar crecimientos exponenciales prácticamente sin límites.

El verdadero fin de Estados Unidos al crear el sistema de libre comercio fue el de garantizar el desarrollo más rápido posible de su potencial tecnológico que garantizasen el éxito sobre cualquier otro tipo de sistema. El mercado de libre comercio permitió que los valores fundamentales de libertad e igualdad germinados en la Revolución Francesa no vovieran a ser devorados por los grandes regimenes autoritarios que controlaban el mundo. Una revolución colonial y una guerra civil en el Nuevo Mundo forjaron el concepto de libre mercado que pondría fin a cientos de años de oscurantismo totalitario.

Pero una vez logrado su objetivo el mercado de libre comercio se devora a sí mismo incapaz de sostener durante largos periodos de tiempo un crecimiento exponencial cuando no lo hacen del mismo modo las necesidades del mercado. Por esta razón, debemos garantizar el crecimiento sostenible de nuestro sistema manteniendo el equilibrio entre los niveles de beneficios y de inversión de las empresas.

Del mismo modo que debemos garantizar un reparto mínimo de los beneficios obtenidos entre todos los trabajadores de una empresa, también se deben fijar límites máximos para los costes de inversión que las empresas pueden realizar para su futuro crecimiento. Estos límites máximos de la inversión también deberán estar en consonancia con las dimensiones de la empresa, el sector al que pertenecen y su localización con el fin de garantizar un crecimiento sostenible entre pequeñas y grandes empresas en cualquier lugar del mundo y evitar de ese modo, la monopolización de los mercados en cualquiera de los sectores productivos.

Porque la monopolización es un error, incluso cuando ésta es llevada a cabo por un Estado de corte justo y social. Si no existe otra opción de elección entonces no somos libres del todo. Y si no existe libre competencia, el compromiso de mucha gente dentro de las empresas que son monopolios se pierde ya que no encuentran suficiente motivación en el día a día de su trabajo, llevándoles a la ineficacia y conformismo, y por consiguiente, el abuso ante el consumidor final.

La opción no es elegir entre un mercado neoliberal sin intervención estatal o un estado de intervencionismo total sobre el mercado.

Nuestra meta debe ser trabajar por un estado intervencionista que imponga las reglas del juego necesarias para crear entre todos un mercado libre y justo. Un mercado dinámico pero sostenible al mismo tiempo y que garantice un sistema económico en equilibrio.

Un Estado libre, global y participativo que defienda siempre los derechos y obligaciones de todos.

Un Estado que no permita el abuso del individuo por parte de los mercados. Un Estado que limite los beneficios máximos que determinados sectores puedan obtener. Continuamente estamos asistiendo como derechos civiles como el de la vivienda, la alimentación o la sanidad son pisoteados por la vorágine del mercado y de empresas capitalistas al no limitarse los margenes de beneficio que pueden obtener.

¿Acaso es justo que, cuando la demanda es elevada, el mercado inmobiliario obtenga margenes de beneficio muy superiores al que debieran obtener para garantizar el derecho a la vivienda de todos?

¿Por qué no fijamos límites a lo que las empresas de cada sector ya sean productores, distribuidores o puntos finales de venta puedan obtener para garantizar siempre los derechos de los consumidores?

Un Estado no sólo debería tener la capacidad de defender los derechos del consumidor con la imposición de los impuestos que determinados sectores deben asumir. Esa situación sólo provoca una subida de precios por parte de esos sectores que les permita continuar obteniendo los mismos márgenes de beneficio, y al final, es el consumidor final quien debe pagar doblemente por esa situación limitándose por tanto, en función de sus ingresos, su capacidad de consumir libremente. El Estado debe limitar los márgenes de beneficio obtenidos por cada sector y aplicar correlativamente los impuestos que realmente sean necesarios. Buscando un sistema económico balanceado y que no genere burbujas económicas en determinados sectores productivos que nos empujan inexorablemente a crisis económicas donde se acentúan aún más las diferencias existentes entre ricos y pobres.

El imponer unos márgenes de beneficio mínimos no tiene porque conducirnos ineludiblemente a un aumento de la producción que genere una desproporcionalidad entre la oferta y la demanda. Las empresas han aprendido a no desequilibrar la balanza en su contra aumentando la oferta que origine el consiguiente desplomo de la demanda. Al igual que han aprendido a manipular en algunos momentos el grado de oferta de determinados sectores que originan el consiguiente aumento de la demanda y, por consecuencia, el aumento de los precios y sus beneficios.

Es por ello que se deben garantizar también unos níveles mínimos productivos en aquellos sectores, especialmente los emergentes y protegidos, en los que sea necesario facilitar y promover la libre competencia que impida la monopolización de los grupos de poder.

Grupos de poder cuyo fin único es desequilibrar aún más la balanza, haciéndonos creer que un sistema más equilibrado es imposible de alcanzar.

Pero no importa la magnitud y complejidad del Sistema. En todos los conceptos existe un equilibrio entre los dos lados que lo componen.

Una dualidad que tiende a separarnos y nos hace únicos pero, al mismo tiempo, cuando alcancemos el equilibrio, nos hará infinitos.

Y todos juntos lucharemos por extender siempre las ideas de justicia e igualdad. Aunque en realidad las ideas nunca necesiten nada para ser extendidas porque la esperanza está siempre dentro de todos nosotros.

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